miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hoy he visto la muerte de cerca. Ya la había tenido a poco metros, pero no a tan pocos y de esta forma. He sentido miedo, verdadero miedo. He visto sus caras, las caras de esas personas cuya vida pende de un hilo e intentan aferrarse a ella con ansia o pierden totalmente la ilusión y se dejan ir poco a poco, sin rencor. Parecían tranquilos, incluso alguno te miraba a los ojos y te sonreía. Me ha parecido duro, muy duro. Me sentía egoísta, son pocas las veces que se piensa en ellos, pero supongo que si no lo tienes cerca intentas no hacerlo por autodefensa, por salud mental. Mi cabeza era incapaz de parar de pensar en que es una de las formas más horribles de morir, en un hospital tras una larga y dura enfermedad. Además las cosas son claras, hay habitaciones dobles para los pacientes graves pero cuya muerte no parece inminente, y luego hay habitaciones individuales, a donde van a parar cuando su aliento es mínimo y su muerte cosa de días u horas. Me parece bien por el poder estar solo rodeado de la gente a la que importas pero, por otra parte,me parece macabro. No quiero ni pensar en lo que sienten en el momento en que son trasladados a las habitaciones individuales.
Dentro de lo que cabe, hay bonitas historias. Un señor que sentía que tenía aún cosas pendientes y le angustiaba morir antes de llevarlas a cabo. Estas cosas consistían en hablar con su mujer y serle sincero. Lo consiguió, consiguió quitarse ese peso de encima y a las pocas horas murió, por lo que me han contado, tranquilo. Decía que ya podía marcharse. Pero también hay historias que dejan con un mal sabor de boca. Tristes bodas celebradas en un habitáculo días antes de que la muerte decida que ha llegado la hora. Planes para un futuro incierto y poco probable. Y una mujer extranjera cuyo sueño era poder volver a su país y morir cerca de los suyos. Ella no pudo llegar a volar, su enfermedad se lo impedía. Se tramitó de manera urgente un visado para que la madre pudiera venir a esta junto a ella. Ese visado llego,pero tarde. La madre volaba hacia España mientras su hija cerraba los ojos para siempre.
Todo esto me ha hecho pensar, aferrarme con más ganas a la vida y esforzarme, mas que nunca, en aprender a valorar de verdad todo lo que tengo, por poco o mucho que sea.
No se que pasara el lunes, no sé si finalmente seré yo la que me quede en esta planta. Si os soy sincera espero que no, quizá acabaría acostumbrándome, pero mientras lo hiciera se que no lo pasaria bien, me parece demasiado duro toparte todos los días con la muerte y tener que mirarla a los ojos.



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