viernes, 3 de agosto de 2007



Querido Agosto:


Este año han entrado pisando fuerte. Te has llevado durante un mes a la persona que últimamente compartía mis días, tanto en clase como fuera de ella, volverá en Septiembre dispuesta a fiestear mucho y a recuperar un mes perdido. Yo mientras tanto me dedicó a tirar de la gente que me queda en la capital y de los cuales últimamente aprendo mucho. Ahora, al estar sola, intento empezar a demostrarme que puedo valerme por mi misma. Será que al nacer como una melliza he tenido la “suerte” (depende de cómo lo miremos) de nunca estar sola, y siempre necesito que alguien comparta, casi todo, conmigo. Pero ahora sé que la soledad, en corto plazo, no le hace mal a nadie, a mi me ayuda a reflexionar, echar de menos a la gente y sobretodo demostrarme a mi misma que no soy tan vergonzosa ni tal idiota como pensaba.

En tu primer día me fui a unos recreativos, más concretamente a tirar unos cuantos bolos. Allí descubrí que ciertas personas no son ni parecidas a como, en un principio, pensaba. A eso se le adjunta que mantuve conversaciones escalofriantes, donde lo menos realista que escuche fue que hacia frío. Aprendí que cada cosa tiene un momento, y cada momento encaja en un lugar dentro de la línea del tiempo. Aprendí que nunca hemos de juzgar a alguien por nuestra primera impresión (boba de mí, si ya me lo decía mi madre), el claro ejemplo de quienes se odian y acaban locamente enamorados. Pero sobretodo aprendí que lo más importante, por lo menos para mí, es encontrar una amistad, una verdadera amistad. De esas que cuando seas mayor puedas llamarles tranquilamente para llorar y reír y no sólo para tomar un café y charlar superficialmente de nuestras vidas. A día de hoy puedo confirmar que he encontrado una de esas entradas a la verdadera amistad y parece (mira tú por donde) que estoy a las puertas de otra (incluimos a toda esas personas en un mismo pack).

Sigo esperando encontrar ese momento de profunda paz, donde mi mayor pensamiento responsable sea: “creo que me esta dando demasiado el sol y no he traído crema”. Me quedan veintiochos días aún para encontrarlo, unos menos si contamos que todo se desmoronara al verle a él, pero sé que puedo, sé que soy capaz y lo voy a conseguir.



No me gustan las despedidas así que solo le diré un “Hasta luego”.





¿Quién te mandaría preguntar?
¿Quién me mandaría contestar?




No hay comentarios: